sábado, 5 de diciembre de 2015

La ira de Dios hacia la homosexualidad.


El Señor destruyó con fuego a cuatro ciudades al mismo tiempo por causa de la homosexualidad. Fue tanta la ira de Dios hacia esas ciudades que sólo Lot y su familia fueron sacados de allí con vida. La causa de la ira de Dios en esa ocasión fue que las prácticas homosexuales se hicieron tan comunes en esa región que la gente empezó a verlo como algo normal… algo similar está ocurriendo en el mundo en estos momentos. Y no es normal ni asunto de "preferencia" practicar la homosexualidad, de ser así, Dios no habría ordenado la destrución de esas ciudades. Los dos ángeles llegaron a la ciudad de Sodoma con la misión de destruirla junto a la ciudad de Gomorra, por culpa de la perversión que en ellas prevalecía. Los hombres de esas ciudades eran tan corruptos, tan perversamente homosexuales, que hasta pretendieron ultrajar a los propios ángeles de Dios mientras estos pernoctaban en casa de Lot. Dios estableció que daría una oportunidad a los justos que vivieran en Sodoma y Gomorra gracias a la intervención de Abraham en ese asunto, quien le había pedido insistentemente que no destruyera esas ciudades si en ellas se encontraban habitantes que pudieran ser considerados justos y que fueran merecedores de una oportunidad de salvar sus vidas. Fruto de ese diálogo de Abraham con el Todopoderoso (capítulo 18 del libro de Génesis), se perdonaría a toda la ciudad si en ella habitaban al menos diez personas con las citadas cualidades, pero, no fue así, a duras penas encontraron a Lot y a sus dos hijas, quien, a pesar de vivir entre todos esos perversos homosexuales, no había sucumbido a tales prácticas, aunque el hecho de habitar entre ellos, siendo consciente de la maldad imperante en aquellas ciudades y viviendo afligido por esa razón, era también un indicio de que a él  le interesaba más el mantener su estilo de vida, sus negocios, sus propios intereses, que alejarse de aquella región tan corrompida. Una región que el propio Lot eligió, cuando se separó de su tío Abraham, debido a las ventajas que aquella fértil llanura ofrecía para la crianza de sus rebaños. ¿Cuántas veces hemos cometido el error de permanecer en ambientes hostiles y al lado de personas inadecuadas solamente porque le damos mayor importancia a nuestros asuntos personales que a los asuntos de Dios?
Cuando los hombres de Sodoma exigieron a Lot que les entregase a los dos ángeles para ultrajarlos, Lot salió de su casa a negociar con ellos para que dejasen a sus invitados en paz y a cambio les entregaría a sus dos hijas vírgenes para que hicieran con ellas lo que quisieran. Como hombre, a cualquiera se le hace difícil imaginar qué tipo de pensamiento pasa por la mente de un hombre que está dispuesto a entregar a sus dos hijas, independientemente de que fueran vírgenes o no, a una turba de hombres desalmados y totalmente descontrolados, poseídos por demonios de maldad, pero, ese hombre llamado Lot es considerado un hombre justo a los ojos de Dios: "y si rescató al justo Lot, quien era acosado por la conducta sensual de los malvados -porque este hombre justo habitaba en medio de ellos y afligía de día en día su alma justa por los hechos malvados de ellos" (2ª Pedro 2:7-8). ¿Qué podemos deducir del hecho de que un hombre justo como Lot pudo comportarse de manera tan reprobable?Lo primero es que Dios no juzga a los hombres de acuerdo a la manera en que lo hace la justicia terrenal, mas bien, el Señor escudriña el interior de los seres humanos y sabe lo que ellos encierran en sus corazones; en segundo lugar: los hombres justos también pueden equivocarse y cometer acciones reprochables, aún de forma permanente como la terquedad de Lot de habitar al lado de gente tan malvada como lo eran los sodomitas y el resto de la población de las ciudades vecinas; Tercero: un hombre justo puede verse en una situación en la que no sepa reconocer cuando está confiando más en sus propias fuerzas que en el infinito poder del Todopoderoso, y eso le pasó a Lot, pues tenía como huéspedes a seres celestiales y aún así intentó proteger por medios humanos a quienes tenían en ellos la autoridad conferida por el Altísimo de protegerlo a él y a su familia. Entonces, un hombre justo, que conforme al concepto bíblico es aquel que vive de acuerdo a la ley de Dios, puede creer incluso que está haciendo lo correcto cuando en realidad lo que hace es dejar de poner toda su confianza en las manos del Señor y querer actuar con sus propias fuerzas y su propia inteligencia. Debemos vernos en ese espejo y ser conscientes de que solamente teniendo a Cristo por delante de todas y cada una de las cosas que enfrentamos a diario es como podemos mantenernos a salvo de errores y tentaciones, porque no podemos hacerlo por nuestros propios medios. Dicho de otra forma. El único medio infalible con que contamos los seres humanos para mantenernos a salvo de todo peligro, está en la protección que el Señor nos brinda por su gracia y misericordia, una protección que siempre está de nuestro lado, aunque no tomemos el tiempo para aceptarla y permitir que sea Dios quien obre en nuestro lugar.
Lot lo pensó tanto para salir de Sodoma que los ángeles tuvieron que tomarlo de las manos, a él y a sus dos hijas junto a su esposa, y sacarlo de allí. Aún así, los ángeles le dijeron que huyera hacia las montañas, que allí estaría seguro, pero, la terquedad de Lot se puso de manifiesto una vez más al pedirle a ellos que le permitieran ir a Zoar, una pequeña ciudad que se encontraba cerca, porque tenía miedo de ir a las montañas y morir allí (Génesis 19:16-22). Estamos hablando de que a este hombre justo lo acaban de salvar de una eventual destrucción, que los mismos que lo han auxiliado también le exhortan a ir hacia las montañas, pero, él insiste en oponerse a los designios de Dios para su vida, en cambio, quiere tomar sus propias decisiones. Los ángeles le concedieron esa petición de ir a Zoar, aunque más tarde también tuvo miedo de permanecer allí, porque esa ciudad también estaba corrompida y no fue destruida por los ángeles solamente porque Lot les pidió que lo dejaran habitar en ella. Fueron cuatro las ciudades destruidas aquel día por la ira del Señor: " 'Toda su tierra está quemada con azufre y sal. No puede ser sembrada, ni producirá; y en ella no crecerá ninguna planta, como cuando fueron trastornadas Sodoma, Gomorra, Adma y Zeboím, las cuales Jehovah destruyó en su ira y su furor.'" (Deuteronomio 29:23). Zoar también estaba en la lista de destrucción, es decir, que muchos otros perversos salvaron sus vidas y pudieron seguir corrompiendo el ambiente gracias a la solicitud de Lot de quedarse en Zoar. Entonces, cuando tomamos decisiones contrarias a las cosas de Dios, lo más probable es que estemos contribuyendo a la proliferación del pecado y siendo partícipes de acciones que dañarán a otros. ¡Hay que escuchar la voz de Dios!Dios nos habla desde todos lados y en todo momento, cada uno de nosotros sabe bien lo que es bueno y conveniente, aun aquellos que no estudian la palabra de Dios todo el tiempo, saben identificar lo perverso y malvado cuando están frente a situaciones de esa índole. Andar en contubernio con los malvados es lo mismo que sembrar maldad; no escuchar la voz de Dios es perjudicarse a uno mismo. No nos llamemos a engaño, no basta con decir que somos salvos por haber aceptado a Cristo, Lot era un hombre justo y sin embargo cometía una equivocación tras otra; el Señor permitió que Lot, haciendo uso de su libre albedrío, eligiera hacia cuál lugar dirigirse después de haberlo salvado junto a su familia. Hay que saber lo que pedimos a Dios y cómo se lo pedimos, porque él puede concedernos nuestra petición aunque la misma no sea la que más nos conviene, él quiere que usemos nuestro libre albedrío y seamos nosotros mismos los que decidamos seguir sus estatutos y ordenanzas, que decidamos rendirnos a su voluntad y pongamos en segundo plano nuestros pensamientos. Los enfermos tienen la oportunidad de encontrar sanación en Cristo, eso es todo lo que tenemos que ofrecerles. No podemos ser cómplices de prácticas homosexuales perversas, dizque porque hay que respetar las preferencias de los demás. Si quieren llamar preferencia a su enfermedad es asunto de ellos, pero, los que buscan la verdad de Dios no pueden cubrirla con ese tipo de mentiras. Pidamos a Dios que sea él quien decida por nosotros en este y todos los días de nuestras vidas y nunca nos alejemos de su lado, sin su ayuda y compañía estamos expuestos a equivocarnos a cada momento y cada día. Tenlo presente y que el Señor te bendiga siempre.

jueves, 22 de octubre de 2015

Las ofensas sólo existen en la mente.


A una joven profesora, catedrática universitaria, le tocó impartir la asignatura de "medicina forense" a un reducido grupo de alumnos en la universidad. El grupo constaba de alrededor de siete u ocho alumnos, quizás nueve. La clase era a las siete de la mañana y no todo el mundo seleccionaba las secciones de horas tan tempranas. Un estudiante cristiano que tomaba dicha clase, siempre llevaba al aula informaciones doctrinales de diferentes científicos y de algunos de los laboratorios forenses más adelantados del mundo, porque quería obtener buenas calificaciones y contribuir a la clase. Cierto día en que la profesora no se sentía muy bien o tenía algo que le molestaba en su mente, en medio de una de las disertaciones del joven, le interrumpió y le dijo con voz autoritaria: "Mire joven, ¿qué es lo que usted pretende? ¿Usted piensa que va a venir a mi clase a humillarme con sus conocimientos y a hacerme quedar mal delante de mis alumnos, haciéndole ver a todos que usted sabe más que yo de lo que estoy impartiendo ? Pues déjeme decirle que…" La profesora siguió argumentando que ella era muy profesional y que sabía bien su materia, que llevaba muchos años de ser catedrática universitaria, que ningún estudiante iba a enseñarle nada, etc, etc, etc. El joven estudiante esperó tranquilamente hasta que ella terminó su discurso, no la interrumpió ni intentó hablar hasta que ella, sintiéndose un poco confundida con la actitud pasiva que este exhibía, bajó un poco la guardia y volvió a preguntarle que cuál era su intención al hacer lo que hacía en cada clase. Él le respondió con calma que su única intención era la de sacar un cien en esa clase y que para ello también necesitaba de los diez puntos de participación y asistencia que la política de la universidad le confería a los profesores para sumarlos a las notas de sus alumnos; Que como ella era su profesora, era a ella a quien él debía complacer con su participación en cada clase y que eso era precisa y exactamente lo que él había querido hacer con sus investigaciones, contribuir a la clase y sobre todo hallar agrado para con ella, en su calidad de profesora, para que le otorgara los puntos que creía merecer con su trabajo. Por lo demás, le dijo que ella era una dama y que él era un caballero, que nunca haría cosa alguna para perjudicarla y que si en algún modo sus acciones le importunaban, simplemente dejaría de hacer lo que hasta ese momento había hecho… escudriñar el mundo científico para contribuir a la clase y además obtener la mejor calificación posible. La profesora se puso pálida mientras lo escuchaba, luego se sonrojó y sus cachetes se quedaron rosados por largo tiempo mientras lo miraba absorta. Comenzó a tartamudear e incluso intentó disculparse, se notaba algo abochornada. El joven insistió en que no había necesidad de que le ofreciera disculpas, que los caballeros no tenían memoria y ella seguiría siendo su profesora hasta que ese cuatrimestre terminara. Más tarde, a solas, cuando terminó la clase, la profesora quiso abordarlo para decirle que en verdad la disculpara, pero, él no permitió que lo hiciera, le aseguró que no era necesario, y le expresó que aquel incidente sólo lo hacía más consciente de que las personas pueden equivocarse con facilidad al juzgar a los demás, porque en verdad él sólo quería hacer bien su trabajo y ella hasta le agradaba como profesora, pues la consideraba muy profesional. El joven no dejó de hacer lo mismo en las demás asignaturas a lo largo de su carrera, y fueron más los profesores que se sintieron complacidos con su trabajo que aquellos que no lo entendieron o hallaron ofensa en su accionar.
Como cristianos siempre debemos procurar hacer las cosas de la mejor manera posible, siempre como si las estuviéramos haciendo para nuestro Creador, sin buscar excusas baladíes  ni decir que somos imperfectos y por tanto no podemos hacerlo mejor, ya que Jesucristo nos dice al respecto: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" (Mateo 5:48). Es imposible complacer a todos con nuestras acciones, y, hasta Juan el bautista, de quien Jesucristo dijo: "De cierto os digo que no se ha levantado entre los nacidos de mujer ningún otro mayor que Juan el Bautista" (Mateo 11:11), halló ofensa en las acciones del Mesías, y envió a sus seguidores a preguntarle: "¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?" (Mateo 11:3; Lucas 7:19-20). Jesús no respondió inmediatamente  a los seguidores de Juan sino que continuó su ministerio de sanidad, haciéndolos testigos oculares de su magnificencia. Luego les dijo: "Id y haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son hechos limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres se les anuncia el evangelio. Bienaventurado es el que no toma ofensa en mí" (Lucas 7:22-23). Juan el bautista había dicho que Jesús era el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, pero, luego halló ofensa en el Señor, quizás por estar encarcelado y no entender el porqué Jesús no iba a liberarlo, sobre todo después de haber sido  él el principal promotor del anuncio de su venida al mundo. Juan era un ser humano especial, un hombre santo, pero, al final, un ser humano, y cuando un ser humano permite que sus pensamientos obnubilen su entendimiento, tiende a confundirse con respecto a lo que está delante de sus ojos sin importar cuan claro le sea  mostrado.
Antes de emitir un juicio de valor en torno a cualquier cosa, lo primero es intentar tener toda la información referente al tema, lo segundo es ponerse en el lugar de la otra persona, si escuchamos sus razones con el espíritu y no con los pensamientos almacenados en la mente, podremos ver claramente las intenciones que encierran sus acciones. Si esto no es suficiente, entonces recordemos que Juan también se confundió y era un hombre santo, que Jesús fue blanco de aquella confusión y él es la Luz del mundo, por medio de quien todo ha sido hecho. Eso debe bastar para entender que no todo el que se confunde tiene una intención deshonesta, y que las confusiones de los demás no pueden en ningún sentido ser causa de ofensas para tu persona, porque al final, es muy probable que solamente se trate de una confusión en el pensamiento de tu prójimo. Si Jesucristo, teniendo la intención más pura e inmaculada que la historia de la humanidad ha conocido, porque estaba dispuesto a ofrecerse como sacrificio para salvar al mundo de sus pecados, aún así fue malinterpretado por uno de los más cercanos colaboradores de su misión, ¿por qué no podría pasarnos a nosotros que otros malinterpreten nuestras intenciones? O, peor aún, que seamos nosotros los que malinterpretemos las intenciones de otros. Y hay más, pues el crearnos expectativas acerca de los resultados que esperamos alcanzar con lo que hacemos por otras personas, puede volverse en contra nuestra si dicha persona actúa como no lo habíamos previsto. Lo más conveniente es observar la realidad de los acontecimientos sin forjarnos ideas mentales basadas en el recuerdo, mas bien, vivir la realidad del momento. La misión de Juan el bautista había terminado y él no se daba por enterado. Posiblemente se había acostumbrado tanto a ser el centro de atención de toda aquella región, que no supo cuando someterse ante la presencia de Cristo y sencillamente sumarse a su ministerio, lo cual nunca hizo. En cambio, Jesús no comenzó su ministerio hasta que el de Juan había terminado: "Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio de Dios, y diciendo: "El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepentíos y creed en el evangelio!" (Marcos 1:14-15). Hay un tiempo en que debemos actuar y otro tiempo en que sólo debemos observar; hay un tiempo para enseñar y otro tiempo para aprender, y es obra del Señor mostrarnos cada tiempo. ¡Deja que el Señor haga su obra en tu vida! Por no entender que su ministerio había terminado, y que él había cumplido exitosamente su misión, Juan se perdió de ser testigo de los actos de amor más inmensos e increíbles que él habría podido ver en toda su vida, los mismos que Jesucristo realizó durante todo su ministerio, algunos de los cuales les fueron luego narrados a Juan por sus discípulos mientras estaba encarcelado.  Emitir juicios precipitados y llegar a conclusiones mentales mal fundadas, quizás porque no nos agrada lo que estamos escuchando o porque habíamos creado expectativas distintas de lo que al final sucede  o porque no es lo que queremos oír en ese instante, sólo impedirá que el Espíritu de Dios nos muestre la verdad de lo que está ante nosotros. A Juan el bautista le pasó ¿por qué no podría pasarnos a ti o a mí? deposita toda tu confianza en Dios y no te fíes de tus propios pensamientos; seamos perfectos en Cristo, porque en él todo lo podemos.

lunes, 19 de octubre de 2015

Complejidades cristianas para un mundo complejo.

La palabra de Dios es nueva cada día, pero, los pastores cristianos siguen sin entenderla, por eso continúan predicando el mismo mensaje con las mismas palabras y el mundo sigue su marcha hacia lo inevitable sin que los creyentes muestren la renovación de Dios en sus vidas, por eso tampoco se cumple todavía la palabra que el Señor dijo hace dos mil años: "De cierto, de cierto os digo que el que cree en mí, él también hará las obras que yo hago. Y mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís alguna cosa en mi nombre, yo la haré"(Juan 14:12-14). Si todavía no hacemos obras mayores que las que él hizo, es porque no estamos haciendo las cosas como deben ser hechas, así de simple. No se puede echar vino nuevo en odres viejos, y estos tiempos son complejos, por consiguiente Dios también mostrará al mundo su poderío con complejidades que el hombre moderno ni siquiera sospecha. Tal y como Jesucristo no descendió de la tribu de Leví, para que su ministerio no fuera en ningún modo confundido ni comparado con el de los levitas, así mismo, estamos ante un tiempo en el que los nuevos pastores del rebaño de Dios no habrán de parecerse en lo absoluto a los pastores que actualmente se encargan de congregar miembros entre cuatro paredes, ignorando lo que el Señor respondió al escriba que se ofreció a seguirlo a cualquier lugar que él fuera: "Jesús le dijo: -Las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza" (Mateo 8:20). Pero, los pastores hoy en día se jactan de poder construir grandes iglesias donde congregar a miles de miembros que ofrendarán y diezmarán religiosamente… ellos tienen sus nidos, poseen sus cuevas, mas, Cristo todavía sigue sin tener un lugar donde recostar su cabeza. Así como la mesa está compuesta por una tabla lisa que se sostiene en patas, las iglesias en las que el hombre se congrega también están compuestas por un techo que se sostiene en las columnas . Las lámparas encendidas no están hechas para ser colocadas debajo de las mesas, del mismo modo que la misión de los seguidores de Cristo no es permanecer debajo de un techo donde el mundo no los puede ver, donde no pueden iluminar al mundo y donde sólo los que no tienen necesidad de médicos se reúnen, si así fuera, Cristo no habría dicho a sus seguidores: "Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no puede ser escondida. Tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo de un cajón, sino sobre el candelero; y así alumbra a todos los que están en la casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, de modo que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mateo 5:14-16). Pareciera que la única gloria que importa hoy en día es la que reciben los que se esconden en las iglesias a puertas cerradas, pero no glorificamos a Dios con ese accionar. El que tenga oídos para oír que oiga.

martes, 1 de septiembre de 2015

Árbol frondoso vs. árbol caído.

Una expresión metafórica empleada a menudo para referirse a las críticas hechas a quien está en una incómoda o mala situación: "Hacer leña del árbol caído", es una frase que encierra más de un significado. Hay quien la usa para una simple broma o quien lo hace para realizar una especie de catarsis al desahogar molestias que dicha persona le provocó en el pasado. Usualmente la gente censura ese tipo de conducta, pero, casi nunca se da cuenta cuando él o ella lo hace. Sin embargo, comparar a un ser humano con un árbol caído, sólo es posible si la persona, objeto de la comparación, se permite a sí mismo permanecer en un estado de inercia tal, que dé chance a los demás de convertirlo en leña. Ante cualquier eventualidad, de cualquier tamaño, de cualquier magnitud, lo primero que hacemos es reflexionar acerca de lo ocurrido y el estado actual de las cosas. Hacemos una meditación calmada y lógica de eso que está alterando el orden habitual de las cosas a nuestro alrededor. Lo segundo es actuar, comenzar a movernos. Una vez hemos identificado el origen de lo acontecido, y aún si todavía no hallamos la causa definitiva de lo que estamos viviendo, lo más aconsejable es dar pasos firmes y concretos en procura de solucionar o arreglar lo que no está funcionando bien.    El ser humano está diseñado para sobreponerse a todo lo que pueda acontecerle en la vida. Mejor dicho, la vida misma tiene respuestas para todas las preguntas que nos plantea el camino. Nunca estamos solos. Cuando tus fuerzas no sean suficientes para ponerte en pie, entonces, es el momento de confiar plenamente en el Señor. Háblale con sinceridad y explícale que has intentado todo lo que tus fuerzas te han permitido, y que lo necesitas a él para que se haga cargo de tu situación de ahora en adelante. ¡Esfuérzate y sé valiente! Apóyate en la palabra de Dios y ponte de nuevo sobre tus pies. Si Dios está de tu lado, nadie te podrá vencer. Verás como llegan a tu mente las soluciones, como se abren los caminos ante ti y sobre todo verás la luz que te guía en todas las etapas de la vida. Ese es el amor de Dios, un árbol que florecerá en tu alma para siempre.