La sabiduría infantil, la que acompaña al niño que todavía no ha sido contaminado con los esquemas programáticos en que la humanidad fundamenta la educación, hace que los infantes acudan de manera inmediata a sus progenitores, cuando encuentran en su camino: cosas que no entienden, cosas que les causan temor o cosas que son demasiado pesadas para que puedan cargarlas por ellos solos. Los niños confían en sus padres porque sienten el cariño y protección que estos le prodigan. Esa es la lección más importante que el hombre tiene que aprender de los niños. El hombre que no recibe la energía divina tal y como lo hacen los niños, nunca conocerá la libertad (Lucas 18:16-17). Si en verdad desea alcanzar todo el conocimiento que posee el universo para usted, vencer todos sus miedos e inseguridades, y hacer ligera la carga que representan los grandes males de la humanidad, es imprescindible que aprenda primero a confiar en su creador. Así como una lámpara no funciona si no tiene baterías o no está conectada a la electricidad, así mismo sucede a la vida del hombre que no tiene la energía divina… sencillamente no funciona. Sigue sin entender su propia existencia, vive en un mundo de temores e inseguridades, y siente que el mundo se le viene encima. Para no sentirse de ese modo, todo lo que hay que hacer es confiar en Dios. Escudriña las escrituras y dale a tu vida alimento espiritual, conversando cada día con tu Padre celestial (Lucas 18:1-8). Así recibirás en tu existencia la justicia divina, serás libre, seguro y lleno de fortaleza. El Señor te bendiga hoy y siempre.
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