Los puritanos discursos de
algunos líderes religiosos que se venden como santos inmaculados, los avances
científicos en el tema de la genética que demuestran cuanto del hombre es
heredado de sus antepasados, las circunstancias adversas y los pensamientos
negativos en mentes pesimistas, son factores que hacen que algunas personas
lleguen a sentirse destinadas al fracaso. En ocasiones estos factores representan
la fuerza negativa que los hace sumergirse en la confusión y la apatía. Sentirse indigno de recibir la gracia divina
por causa de sus acciones, sus orígenes o de sus antepasados, es señal de
desconocimiento de las escrituras. Si revisamos en el primer capítulo del
evangelio de Mateo, y escudriñamos las 42 generaciones que componen el árbol
genealógico del Mesías desde el patriarca Abraham hasta Jesucristo, nos daremos
cuenta que no es un árbol genealógico compuesto por hombres extremadamente
piadosos, mansos, humildes y obedientes a los estatutos divinos, pues muchos de
ellos fueron individuos idólatras, desobedientes y transgresores de la ley
judaica que ellos conocían muy bien. En el mejor de los casos eran hombres
comunes y corrientes en los cuales existía una sola virtud… la misericordia de
Dios que aceptaron en sus vidas.
Comenzando por Abraham, quien
fuera amigo personal del Creador, con quien entabló conversaciones frente a su
tienda y de quien recibió la promesa de que su descendencia heredaría la tierra
que fluía leche y miel, vemos que en un momento dado, incentivado por su esposa
Sara, conoció a Agar, la sierva egipcia de esta, quien concibió a Ismael, su primer
hijo. Esto a pesar de que Dios le había asegurado que tendría descendencia de
su esposa. Sin embargo Abraham es considerado “el padre de la fe”. Uno podría
deducir que la fe de Abraham fue construida a través del tiempo y en base a la
enseñanza que le brindaron los hechos acaecidos en su vida o, la deducción más
lógica, que aún los hombres de mucha fe llegan a tener dudas en sus mentes. Algo
más, Abraham mintió 2 veces respecto a su esposa, diciendo que ella era su
hermana, por temor a ser agredido por los egipcios primero y luego por los
filisteos, súbditos del rey Abimelec, debido a la belleza de Sara. Aunque él
aclaró a Abimelec que Sara también era hija de su padre y no de su madre,
también confesó que lo hizo por miedo a las agresiones. Abraham sintió temor de
los hombres y escondió la verdad provocando que Dios castigara en ambas
ocasiones a aquellos que codiciaron a Sara pensando que ella era soltera. Estamos
hablando de un hombre que habló directamente y en persona con el Altísimo, que
se sabía protegido por el Creador, pero que en esos momentos de temor acudió al
engaño y no a la oración.
Quizás siguiendo el ejemplo de su
padre, porque la tradición hebrea contemplaba la narración del pasado a la
generación siguiente, y aún cuando el Señor le había asegurado que estaría con
él en todo tiempo, Isaac cometió exactamente el mismo error que Abraham y en la
misma tierra de los filisteos. Negó a su mujer, Rebeca, y la hizo pasar por su
hermana por temor a ser agredido por la gente de Abimelec. Pero luego de haber
incurrido en aquel pecado, Isaac fue prosperado y bendecido por Dios. El Señor
cumplía así la promesa que hizo a Abraham de continuar su pacto con sus
descendientes.
Jacob, a quien Dios cambió el
nombre por el de Israel, también recurrió al engaño. Sus víctimas fueron: su
padre Isaac, de quien se hizo bendecir como primogénito haciéndose pasar por su
hermano Esaú; su propio hermano, a quien hizo caer en el truco de cederle su
primogenitura a cambio de un plato de guisado; y su tío Labán, con quien hizo
una maestría en trucos mientras le pastoreaba sus ovejas. Hay que aclarar que
Labán también intentó engañar a Jacob en varias ocasiones.
Luego tenemos a Judá, biznieto de
Abraham, nieto de Isaac, quien a pesar de ser el cuarto hijo de Jacob recibió
la bendición destinada a los primogénitos fruto de las acciones violentas y
profanas de sus tres hermanos mayores. Judá, a quien su padre declaró como el principal
de sus 12 hijos, ya mucho antes había faltado a su palabra y burlado la tradición
israelí de que un hermano debía levantar descendencia al hermano muerto
uniéndose a la viuda de este. Judá fue deshonesto al mantener alejado a Sela, su
tercer hijo, de la unión con su nuera Tamar, viuda de Er y Onán, sus dos hijos
mayores, porque tenía miedo a que este también
muriera. Tamar, sintiéndose engañada, decidió pagarle con la misma moneda y,
haciéndose pasar por prostituta, quedó embarazada de Judá y dio a luz a los
mellizos: Fares y Zéraj. Fares es uno de los ancestros directos de Jesucristo.
Al final Judá tuvo que admitir, refiriéndose a Tamar, que ella era más justa
que él.
Otro punto que llama la atención
es que el árbol genealógico que aquí estudiamos menciona solamente a cinco
mujeres en el primer capítulo del libro de Mateo. Tres de estas mujeres eran
extranjeras que tuvieron hijos con hebreos, algo que era rechazado por las
religiones abrahámicas. La primera mencionada es la cananea Tamar; la segunda
es Rajab, prostituta de Jericó con QUIEN Salmón engendró a Boaz, quien luego se
unió a Ruth la moabita y tuvieron a Obeth, quien sería el abuelo del rey David.
Rut es la tercera de la lista; la cuarta es Betsabé, cuya referencia se hace
sin mencionar su nombre, una de las mujeres del rey David.María, la madre de
Cristo, es la quinta mujer en dicho árbol genealógico.
¿Y qué hay del rey David?Uno de
los hombres más bendecidos por Dios en la historia de Israel. De todas las
mujeres que el rey David tomó para sí, fue con Betsabé con quien engendró a
Salomón, considerado el hombre más sabio que había pisado la tierra antes de
Jesucristo. David hizo llevar a Betsabé a su palacio cierto día en que él se
quedó a descansar, aunque su ejército estaba en plena guerra, y ese mismo día
la embarazó. Aquello habría sido algo casi normal en aquella época si David no
hubiera sabido que ella era la mujer de Urías, uno de sus más bravos guerreros,
y peor aún, a quien luego David mandó a matar con métodos traicioneros urdidos
por él y ejecutados en el campo de batalla, tratando de encubrir el resultado
de su infame conducta. Dios lo perdonó por su misericordia, porque se mostró
arrepentido y pidió perdón. Pero esto no evitó que su descendencia cosechara la
ignominia que él sembró.
Efectivamente, apartir del rey David,
casi toda su descendencia, comenzando por Salomón, fueron idólatras quienes
corrieron detrás de los dioses falsos de las mujeres con quienes se habían
unido. y con excepción de: Asa,Josafat,Joás, Jotam,Ezequías
y Josías,quienes sí hicieron lo recto delante de Dios, los demás reyes
descendientes de David fueron hombres perversos.
De estos hombres y mujeres se
formó la rama ancestral de Jesucristo, según la Biblia. Algunos notarán que
José es el último en esa línea genealógica antes de Jesús y dirán que José no
era el padre biológico de Jesús ya que las escrituras dicen que Cristo fue
concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, pues bien, María también era
descendiente de la casa de David. Así que la próxima vez que pienses siquiera
en juzgar tu existencia, sea por tu herencia genética o las acciones de tu vida
actual, recuerda que el juzgar a los hombres, incluyéndote a ti, es tarea
divina y no te corresponde, porque solo Dios tiene el poder de escudriñar
nuestros corazones y descubrir las verdaderas intenciones que conllevan
nuestras acciones y que él te ha dado la potestad de ser una nueva criatura y
vivir cosas nuevas cada día. Es solo cuestión de que tú decidas aceptar ese
regalo que Dios creó para ti.
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