Uno de los factores que dificulta la comunicación efectiva entre los seres humanos es el hecho de que no le creemos a nuestros semejantes. No es algo nuevo, viene de antaño, pero cada día se pone más de manifiesto. La gente duda de todo lo que ve y escucha, en ocasiones es el hábito de la incredulidad la razón de que el ser humano no logre lo que se propone. Sí, a veces somos tan incrédulos que dudamos de nosotros mismos. Desde lo más simple, aprender a hablar un segundo idioma, hasta algo tan ingenioso como lograr que un automóvil funcione sólo con el aire, son cuestiones que primero necesitan que quien los intenta se crea capaz de lograrlo. Si tiene dudas sobre su propia capacidad de creer, y esa duda se impone sobre todos los demás pensamientos, el fracaso está asegurado. Preferible es ni siquiera intentarlo. A primera vista, el hecho de que los seres humanos atesoren la incredulidad de una forma tan íntima que se asemeje al instinto de supervivencia, podría parecer algo natural en un mundo donde todo parece mentira y las mentiras son tan profesionalmente preparadas que llegan a ser consideradas como las únicas verdades. Llegar al extremo de limitarse en la vida y conformarse con vivir dentro del ámbito de la resignación sólo porque se ha decidido no creer en uno mismo, es el colmo de la incredulidad. En este, y todos los casos, el colmo significa que ya no hay espacio para ninguna otra cosa y la persona solamente cree que en nada cree.
Sin embargo, existen formas de abandonar para siempre el cautiverio que implica el vivir entre los muros de la duda y la mentira, decidiéndonos a caminar en la claridad de la verdad. La primera forma que aquí les planteo es estrictamente física y material, algo que se puede tocar, y por lo tanto llega a convencer al más escéptico de los seres humanos. Les hablo del conocimiento, de eso que algunos llaman información. Antes de llegar a cualquier tipo de conclusión es necesario que obtengamos información sobre el tema en cuestión, si no obtenemos suficientes datos es muy probable que nuestras conclusiones sean desacertadas. Nunca diga: "yo no puedo hacer tal cosa", si antes no ha investigado lo que conlleva el lograrlo. Primero nútrase de conocimiento sobre lo que le interesa, o sobre lo que se le está planteando, y luego haga sus conclusiones. Conocer algo a cabalidad es la mejor forma de actuar y decidir con propiedad y seguridad. Los pueblos perecen por falta de conocimiento, es algo que vemos a diario. Los ciudadanos de las naciones mejores instruidas en el campo de la educación y el conocimiento viven más, tienen una mejor calidad de vida y eso no es algo fortuito, ellos tienen el conocimiento a su disposición y por consiguiente no son esclavos de la ignorancia, son dueños de la información que les ayuda a la hora de llegar a una conclusión. Lo mismo aplica en el plano de las relaciones interpersonales. Se ha dicho que uno no termina de conocer a los seres humanos, y en cierta forma eso es cierto, los seres humanos cambiamos todo el tiempo y vivimos en una constante adquisición de conocimiento acerca de nosotros mismos, pero tenemos una base natural sobre la cual se apoya todo lo demás, es nuestra naturaleza, lo que nos hace únicos e irrepetibles, la esencia de nuestras vidas. Ese es el punto que nos conviene identificar, lo que somos, el origen del conocimiento. Si podemos habitar en ese lugar seremos capaces de cualquier cosa que nos propongamos.
También podemos llegar a conocer esa base natural en todas y cada una de las personas que nos rodea. Solamente preste atención y utilice las mismas herramientas que utilizó para llegar a conocerse a usted mismo. No ponga pensamientos infundados en su mente, eso sólo dificultará la tarea de llegar a la verdad, simplemente escuche y observe sin distracción y obtendrá toda la información. Comience por escuchar lo que usted mismo cree y piensa. Se dará cuenta que muchas de las conclusiones que conforman su equipaje de creencias carecen de un fundamento sólido. Cuando las haya eliminado tendrá más espacio para pensar con claridad y por ende más posibilidades de llegar a la verdad.
La otra forma que aquí les comparto acontece en el plano espiritual, donde no intervienen ni la voluntad personal ni los pensamientos acumulados en la experiencia. El espíritu es la energía de la vida, lo que nos enlaza con todos y con todo lo que existe, lo que mueve el universo, la creación en su totalidad. Algunas personas piensan: "yo no entiendo eso del plano espiritual", a esas personas yo les digo: no piense mientras trata de entender, porque el espíritu no es entendimiento físico sino entendimiento espiritual, es energía pura. Una persona puede adquirir todo el conocimiento que necesita para vivir en el plano material, con esto tiene la mitad del proyecto en ejecución, pero la vida no está completa si no se vive en el plano espiritual. Es lo que le sucedió al joven rico que menciona la Biblia en el libro de Marcos, capítulo 10, versos 17 al 22. Sí, aquel que se acercó a Jesucristo y de rodillas le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué haré para obtener la vida eterna?". Jesucristo le respondió: "…Tú conoces los mandamientos: No cometas homicidio, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre.", a lo que el joven respondió que todo eso ya él lo había guardado desde su juventud. Jesús lo miró con amor y le dijo que le faltaba una cosa, vender todas sus pertenencias y regalarlo a los pobres. Acto seguido, el joven entristeció y se alejó abatido. En ese instante terminó la conversación entre el joven rico y Jesús y, al menos temporalmente, el joven desistió de su deseo de ganar la vida eterna. A todos nos ha pasado igual alguna vez, se nos presenta un obstáculo y estamos listos a tirar la toalla y abandonar aquello en lo que pusimos tantas esperanzas. El joven de este relato tenía mucho conocimiento, Jesús lo dice en su respuesta, que él conocía las cosas que decía la ley que debía hacer para lograr el objetivo por el cual se había acercado al maestro, pero no estaba dispuesto a renunciar a todo lo que en su mente él creía ser. Él era un tipo importante en el plano material, poseía muchas riquezas y no iba a renunciar a todo aquello ni siquiera por ganar la vida eterna. Es el típico caso de una persona materialmente religiosa que no conoce nada sobre el plano espiritual. Si a estas alturas usted se pregunta: "Qué tiene ese relato que ver conmigo", yo le digo que todo está relacionado con cada uno de nosotros. En el caso del joven rico, sus riquezas eran poseciones materiales, pero cada ser humano tiene sus propios tesoros, sus propias riquezas acumuladas a las cuales no está dispuesto a renunciar fácilmente. Esas riquezas personales de cada uno: hábitos, vicios, obsesiones, fantasías, y algunas más, pueden ser el obstáculo para alcanzar el pleno entendimiento espiritual. Cualquier cosa del plano físico que usted atesore como parte íntima de su ser, si usted la cree indispensable para su vida, forma parte de las riquezas que le impiden vivir en el plano espiritual. Vivimos en el plano material, tenemos un cuerpo físico porque lo necesitamos en este plano, es nuestro vehículo para transportarnos por el mundo. Mas, las cosas de este mundo físico no representan lo que podemos vivir en el espíritu. Por el contrario, si no sabemos utilizarlas, conscientes de que son sólo herramientas con las cuales trabajar en este plano, en vez de ventajas serán obstáculos en el camino hacia nuestros objetivos. Queremos saber cuando estamos escuchando la verdad, pues bien, en el plano material nos ayuda el obtener conocimiento pleno del tema que estamos tratando. En el plano espiritual está el Espíritu de verdad para guiarnos (Juan 16:13). Nos conviene armonizar el plano físico con el plano espiritual y lograr que nuestra mente esté cómoda al hacerlo. La incredulidad es una barrera tan grande, tan fuerte, que trasciende desde el plano físico y afecta lo que puede recibirse desde el plano espiritual. Por la incredulidad de muchos, el Señor Jesucristo no pudo realizar sus obras poderosas en Nazaret, su propia tierra, porque quedó asombrado de tanta incredulidad que veía en su gente (Marcos 6:5-7).
Físicamente obtenemos conocimiento, siempre sabiendo que esto es sólo una herramienta y no es lo que somos en esencia; espiritualmente nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, por lo que Cristo nos enseña y por el discurrir espiritual que constantemente llega a nuestras existencias. Una experiencia renovadora de manera permanente. Es el conocimiento de la verdad que nos regala libertad.