“Jesús nació en
Belén de Judea, en días del rey Herodes. Y he aquí unos magos vinieron del
oriente a Jerusalén, preguntando:
-¿Dónde está el
rey de los judíos, que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el oriente
y hemos venido para adorarle” (Mateo 2:1-2).
Hace muchos años
de aquel acontecimiento. Los magos habían recorrido una gran distancia
siguiendo el rumbo que les marcaba la estrella en el firmamento. Eran hombres
sabios, pero sobre todo tenían fe. El hecho de haberse detenido precisamente en
el palacio del rey Herodes a preguntar acerca del lugar del nacimiento del rey
de los judíos nos dice que ellos no tenían poderes especiales con los cuales
darse cuenta de la maldad que imperaba en la persona de Herodes. También vemos
que este Herodes, quien no tenía buenas intenciones con los judíos ya que él
mismo era descendiente de los edomitas, recibió personalmente a los magos
extranjeros, lo cual quiere decir que estos no eran personas comunes y
corrientes, más bien se trataba de personas distinguidas que inspiraban
respeto. ¿Por qué habrían aquellos hombres de trasladarse hasta tierras
extranjeras a adorar al rey de otra nación? La respuesta es sencilla. Estos
hombres eran muy espirituales y habían recibido la confirmación en sus
corazones del nacimiento de un iño que había venido a iluminar el camino de la
humanidad. Eran hombres de corazones limpios a quienes se les había revelado el
cumplimiento de una profecía que todos los sabios de aquellos entornos conocían por medio del legado del profeta
Isaías. Herodes sintió pánico al escuchar que los magos habían llegado a su
tierra para adorar al nuevo rey y pidió a sus sacerdotes que le dijeran dónde
habría de nacer aquel rey de quien estos hombres le hablaban. Los escribas a su
servicio le informaron que la profecía decía que el rey de los judíos nacería
en Belén. Herodes quiso ser astuto y les dijo a los magos que en cuanto encontraran
al rey de los judíos se lo informaran para él también ir a adorarle. Los magos
encontraron al Salvador del mundo junto a María su madre, y le rindieron
tributos de adoración, también le obsequiaron oro, incienso y mirra. Luego
recibieron revelaciones en sueños para que no regresaran por el mismo camino y
evitaran a Herodes. Este último se sintió burlado y ordenó la matanza de todos
los niños de aquella región en procura de matar al niño Jesús, pero hacía tiempo
que José y María se habían llevado al niño a Egipto, porque así se lo había
ordenado Dios padre que lo hicieran. Volvieron a aquella región luego de la
muerte de Herodes y, por miedo a Arquelao, hijo de Herodes y nuevo rey de Judea,
se quedaron a vivir en Galilea, en la ciudad de Nazaret, tal y como decía la
profecía que pasaría, por eso a Jesús le llaman el nazareno.
Permite que el
Señor te muestre la estrella de paz y amor que conduce a Cristo. Que estas
fiestas en las que se celebra el nacimiento del niño Jesús sean un espacio de
reflexión y unión familiar. Nada de excesos ni derroches, mucho amor para todos
en tu familia y que tengas amor para compartir con todos tus allegados. La
estrella brilla en el firmamento de tu corazón, siente su fulgor, expresa tu
emoción y bríndale al rey de reyes un tributo de adoración con tu mente, con tu
alma y con tu voz.
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