sábado, 4 de abril de 2020

¿Cómo podemos acabar la epidemia?

Las escrituras enseñan claramente la manera en que Dios elimina las plagas que antes ha permitido en la humanidad. Si nos fijamos en el libro de Éxodo del Antiguo Testamento encontraremos un testimonio ferviente acerca de las diez plagas que el pueblo egipcio vivió en la antigüedad por haber mantenido esclavizado al pueblo de Israel. Agua convertida en sangre, ranas, piojos, moscas, peste, úlceras, lluvia de granizos, langostas, y tinieblas, fueron todas plagas que no bastaron para persuadir al faraón egipcio de desistir de su soberbia y orgullo, aun cuando su propio pueblo vivió estas epidemias incomprensibles para ellos, él no cedía en su afán de mantener bajo su yugo a sus esclavos. ¡Hoy en día la humanidad también vive esclavizada! Somos esclavizados por los poderosos del mundo que ordenan a través de los medios qué tipo de ropa debe usarse, qué tipo de bebida alcohólica tomar, qué clase de droga consumir, a cuáles artistas o deportistas debemos idolatrar, cómo debemos humillar a nuestros semejantes haciéndoles creer que somos más grandes e importantes que ellos, y un sinnúmero de órdenes que obedecemos de manera voluntaria y hasta las celebramos, porque creemos que al hacerlo estamos a la moda, porque lo merecemos, porque así somos mejores. Algo similar pensó el pueblo de Israel en aquellos tiempos cuando el faraón aumentó el trabajo que les tocaba realizar, llegaron a decirle a Moisés que por su culpa sus vidas eran más desgraciadas… eran esclavos de sus propias actitudes, de su propia ignorancia. Es lo mismo que sucede hoy en día: somos esclavos del orgullo, de la indolencia, la idolatría, la vanidad, la dejadez, la ignorancia, las drogas y modas que causan un supuesto placer… somos esclavos de nuestra propia forma indolente de vivir. ¡El Señor quiere liberarnos de esa esclavitud! Nos está dando la oportunidad de recapacitar sobre lo que somos, lo que hacemos, la forma en que hemos venido viviendo. Cada vez que el faraón egipcio mostraba arrepentimiento y se asustaba ante una plaga, de inmediato hacía llamar a Moisés y le pedía que intercediera para que Dios suspendiera la plaga. Pero luego volvía a endurecerse su corazón, regresando a la postura anterior y hacía todos sus esfuerzos para que les llegara otra plaga. Fue así hasta la décima plaga en que murieron todos los primogénitos del pueblo egipcio y no murió uno solo de los hijos de Israel. El Señor indicó a los israelitas que marcaran con sangre sus puertas para que la muerte no tocara sus casas. Hoy en día tenemos la única señal que puede salvarnos a todos, la señal de la salvación: el arrepentimiento de la forma indolente de vivir y la aceptación de Jesucristo como único salvador. Hoy en día tenemos que arrepentirnos y orar al Todopoderoso, confiando en que él escuchará nuestras oraciones y nos liberará, no sólo de esta epidemia, sino que también nos librará de la ignorancia en que vivimos sumidos, de la idolatría, la envidia y la falta de amor que corroe a la humanidad. Oremos hermanos, pidamos a Dios que haga un nuevo milagro y que muestre su poder a toda la humanidad erradicando de la faz del mundo esta epidemia, tal y como hizo en Egipto en la antigüedad. Si oramos con fe él concederá nuestra petición. ¡Es tiempo de orar!

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