domingo, 25 de septiembre de 2016

David y Goliat: una lucha espiritual.

Pocas historias bíblicas son tan famosas como la que narra el encuentro bélico entre israelitas y filisteos en la cual los principales protagonistas fueron David y Goliat. Es un tema conocido por personas de todo el mundo, aún entre los que nunca abren la Biblia para estudiarla, porque el cuadro ilustrado con la lucha de un pequeño David contra un guerrero con más del doble de su tamaño es una situación muy similar a la que todos alguna vez enfrentamos en la vida. David era el menor de ocho hermanos, el más pequeño en una familia israelita cuya tradición concedía al primogénito la supremacía sobre todos sus hermanos y sobre los bienes familiares cuando el padre ya no podía encargarse de dirigir al clan familiar. De ahí podemos deducir que era poco probable que la gente, comenzando por sus parientes, vieran en David a alguien destinado a ocupar un sitial de importancia en la sociedad judía de la época. De hecho, aunque la familia de David ostentaba una situación social privilegiada dentro de su nación, la función que David desempeñaba entre los negocios familiares era la de cuidar algunas ovejas de su padre y nada más. Aquel día David, cumpliendo los mandatos de su padre Isaí, fue al valle de Ela, terreno donde se encontraba el ejército israelita preparándose para la batalla contra sus homólogos filisteos, fue allí para llevar provisiones a sus tres hermanos mayores y a tener noticias de cómo estaban ellos. Justamente cuando David llegó al círculo del campamento, las fuerzas disponían la batalla y se daba el grito de guerra.  Apenas había saludado a sus hermanos cuando escuchó a Goliat gritar desafiante a los hebreos para que eligieran de entre su tropa a un soldado que fuera capaz de medirse contra él en una lucha hombre a hombre con el fin de decidir cuál de los dos ejércitos se rendiría al otro. Desafío que repitió durante cuarenta días, dos veces por día, sin que apareciera un israelita dispuesto a aceptar el reto. Por el contrario, los soldados israelitas huían de Goliat, porque le tenían mucho miedo. Incluso, el rey Saúl había ofrecido riquezas, eximir el pago de tributos a su casa paterna  y otorgar la mano de su hija al soldado  que venciera a Goliat, pero ninguno estaba dispuesto a enfrentar a aquel guerrero inmenso que burlonamente intimidaba al ejército judío. David comenzó a indagar acerca de los detalles de aquel evento que le parecía tan bochornoso. Que un "filisteo incircunciso" desafiara de aquel modo a los escuadrones del Dios viviente resultaba una osadía imperdonable para David. Eliab, su hermano mayor, creyó adivinar las intenciones de David. Le habló con ira, señalándole que él conocía de la arrogancia y malicia en el corazón de su hermano menor, creyendo que David había descendido al terreno sólo para ver la batalla. David, obviamente acostumbrado a que le llamaran constantemente la atención, replicó que él sólo hablaba sobre el tema e, ignorando los reproches de su hermano mayor, siguió indagando sobre lo que el rey ofrecía a quien derrotara a Goliat. Fue así como llegó a oídos de Saúl que aquel muchacho quería aceptar el reto del guerrero filisteo y lo mandó a llamar. Le dijo a David que él era sólo un muchacho y que no podría vencer a aquel guerrero tan experimentado. David aseguró al rey que lo enfrentaría tal y como otras veces había enfrentado a los osos y leones que atacaban a las ovejas de su padre que él apacentaba, dijo que vencería a aquel filisteo porque había desafiado a los escuadrones del Dios viviente, añadiendo que Jehová, quien lo había librado de las garras del león y del oso, lo libraría de la mano de ese filisteo. Saúl permitió que saliera al terreno de batalla. Le proporcionó sus propias armas y su armadura, las cuales él rechazó, porque no estaba acostumbrado a usar esos pertrechos de guerra. Tomó su cayado, recogió cinco piedras lisas del arroyo, las puso en su bolsa pastoril y con su honda en la mano le salió al frente a Goliat. El Todopoderoso ya había seleccionado a David para que fuera el próximo rey de Israel. Tiempo atrás envió al profeta Samuel a ungir con aceite a David y desde entonces el Espíritu de Jehová había descendido con poder sobre él. El Señor veía en el corazón de David que su fe haría de aquel joven un rey fuerte y sobre todo leal a sus designios. Aún entre los servidores del rey habían quienes sabían que Dios estaba con David. Ellos le habían recomendado al rey que mandara a llamar a David para que le tocara el arpa cuando fuera atormentado por el espíritu malo que el Señor le había enviado desde que, debido a su desobediencia, Saúl había salido de la gracia de Dios. En esa ocasión uno de los criados del rey dijo que David era: "valiente, hombre de guerra, prudente de palabra, de buena presencia; y Jehová está con él" (1ra.  Samuel 16:18).

Goliat subestimó a David tan pronto lo vio, se adelantó hacia él confiado, maldiciéndolo y amenazándolo. David corrió a su encuentro invocando el nombre del Señor, tomó una piedra de su bolsa y la arrojó con su  honda hacia Goliat, clavándosela en la frente. Goliat cayó de bruses y David, corriendo hacia él, le cortó la cabeza con su propia espada. El ejército filisteo entró en pánico inmediatamente, sus hombres huyeron despavoridos y los hebreos corrieron tras ellos provocando gran mortandad entre las fuerzas filisteas. Aquel fue el primer hecho heroico de David. En un instante, con un tiro de su honda, todo cambió de repente. Los judíos se envalentonaron derrotando a sus enemigos, los filisteos sintieron gran temor y huyeron despavoridos. Muchas situaciones en la vida pueden cambiar si atacamos de frente al que aparenta ser el lado más grave del asunto y lo hacemos confiados en que Dios está de nuestro lado. Cuando eso sucede, hasta aquellos que ignoraban lo que Dios tenía reservado para ti serán los primeros en querer aprovecharse del triunfo que habrás obtenido gracias a Dios, porque así obra el Señor, dando misericordia a los hombres, no por sus propios méritos sino por su gracia, por su bondad, por su amor. En el relato de David contra Goliat predominó la obediencia y confianza que David depositó en su Creador. Hagamos lo mismo que David y derribemos de un golpe divino cualquier obstáculo que se interponga en nuestro camino. El Señor está contigo.


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viernes, 8 de julio de 2016

Ensalzado por Dios.


“Porque todo el que se ensalce será humillado y todo el que se humille será ensalzado” (Lucas 14:11).

“Humillaos delante del Señor y él os exaltará” (Santiago 4:10).

 
La palabra “ensalzar” proviene del latín “exaltire”, significa engrandecer o llevar a un nivel superior, elevarlo de categoría otorgándole una mayor dignidad que la que ostenta. Tiene el mismo origen que la palabra “exaltar”, la cual es equivalente a dar mayor mérito a la persona objeto de dicha exaltación o ensalzamiento. Dios engrandece a quienes se humillan ante él, de ahí la frase bíblica que nos exhorta a presentarnos ante su presencia con un corazón contrito y humillado. La palabra “humillar” proviene del latín tardío “humiliare”, que significa doblar una parte del cuerpo, sea la cabeza o las rodillas, en señal de sumisión y acatamiento. Un corazón contrito es un corazón arrepentido, que se siente triste por haber fallado o por no haber cumplido a cabalidad con aquello que debió haber llevado a cabo. Los hijos de Dios, los que hemos decidido aceptar a Cristo en nuestros corazones como nuestro Salvador, sabemos cuáles son las cosas que debemos hacer para agradar a Dios, para cumplir con sus ordenanzas y estatutos, para adorarlo como sólo él merece. Es tan fácil para el ser humano sumergirse en su propio mundo en procura de defender sus propios intereses y luego hasta llegar a alegar: “yo no estaba haciendo nada malo”. El punto es que para nosotros es un mandato el servir a Dios y a la obra de su reino, por tanto, cuando nos concentramos solamente en lo que nos gusta o queremos hacer, olvidándonos de todo lo demás, aunque no creamos estar haciendo nada malo, no estamos haciendo lo que nos conviene hacer, lo que Dios nos ha ordenado, lo que ya sabemos es nuestro deber. Hay otro asunto, al concentrarnos en aquellas cosas que anhelamos llevar a cabo en este plano físico, sin poner en primer lugar a nuestro Padre celestial, se vuelve prácticamente un hábito el creernos que somos lo más importante en nuestras vidas y ahí comienza a crecer el orgullo que a veces disimulamos llamándolo “amor propio”. La verdad es que siempre que no tengamos a Dios delante de todas y cada una de las cosas que hacemos a diario, tenemos razones de sobra para humillarnos delante de él en señal de sumisión, pidiendo su comprensión, su misericordia y su amor. Que no seamos como el fariseo aquel que se vanagloriaba ante el altar de la iglesia de que él sí cumplía con todos sus deberes, porque ese tipo de orgullo está lejos de la sumisión que Dios exhorta a sus hijos que deben tener en su presencia; tampoco seamos de doble ánimo, con un corazón tibio que deja de poner a Dios en primer lugar pero, como no siente que hace nada malo, no se muestra arrepentido ante el Creador por no haber cumplido su deber, sino que sigue viviendo su vida como si nada estuviera pasando. Encomienda al Señor todos tus caminos y aún cuando sientas que estás haciendo todo de la manera más correcta posible, preséntate en sumisión y acatamiento delante de su presencia. Es lo mejor que podemos hacer para estar en paz con nuestro Padre celestial, porque nada de lo que hagamos será suficiente para retribuirle el gran amor que él nos da y todo lo que él pide a cambio es nuestra obediencia. En este día decido presentarme humillado delante de Dios porque quiero ser ensalzado por su amor. Y tú, ¿quieres ser ensalzado por Dios?

sábado, 16 de abril de 2016

Victoriosos en Cristo Jesús.


El cuerpo material (la carne) busca constantemente satisfacer sus necesidades (agua, comida, placer, fantasías, poder, etc…); una búsqueda de satisfacciones que en ocasiones nos hace errar; el cuerpo espiritual no tiene tales necesidades, por eso el apóstol Pablo, hablando en el espíritu con los que conocemos el camino y andamos en él, dice que quisiera desprenderse de ese cuerpo material que lo lleva a caer y a fallarle a su creador, pero, al instante (Romanos 7:24-25) da gracias por haber sido rescatado por Cristo, porque él sabía bien que tenía una misión que cumplir acerca de la obra del Señor en la tierra. Así que siéntete victoriosa y más que vencedora en Cristo Jesús, por quien nada ni nadie podrá separarte del amor de Dios (Romanos 8:35-39). Si sentimos temor por no fallarle a Dios es porque estamos en el camino correcto, ese temor santo por no fallarle a Dios es el principio de la sabiduría que nos ayuda a vivir plenamente (Proverbios 1:7; Proverbios 9:10; Salmos 111:10); el cual nunca debemos confundir con el temor al mundo ni a su sistema de cosas dañinas, el temor al mundo lo vencemos con amor (1ra Juan 4:15-18) y al mundo lo vencemos con fe (1ra Juan 5:4).
Jesús dijo que es imposible que no haya tropiezos (Lucas 17:1; Mateo 18:7), y si tenemos que perdonar a nuestros hermanos que se arrepienten ante nosotros siete veces al día (Lucas 17:3-4) y hasta 70 veces 7 (Mateo 18:15-22), para que no se pierda ni uno solo de los que están en el camino del Señor (Mateo 18:14), podemos estar seguros que el Padre celestial nos ama y nos perdona de igual manera.
Cristo dijo que  en el mundo tendremos aflicciones, pero al mundo no debemos temerle porque Cristo lo venció por nosotros (Juan 16:33). Él dijo esas palabras cuando fue traicionado y sabía que sus discípulos le darían la espalda, que ellos saldrían huyendo despavoridos cuando lo apresaran; buscaba que no se sintieran tan culpables como para no perdonarse a ellos mismos, y jamás sintieran que debían abandonar la carrera por fallarle al Redentor. Sentirse aflijido(a), sobre todo cuando sentimos que le hemos fallado al Creador, puede suceder, pero nunca sentirse vencidos… el que vive en ti es más grande que el mundo (1ra Juan 4:4). Bendiciones.

lunes, 11 de abril de 2016

¿Por qué temer al Creador?


Al día de hoy y cada día más he aprendido y sigo aprendiendo lo que verdaderamente significa el temor a Dios. El Señor, en su gracia y misericordia, ha querido tomarse su tiempo conmigo para que sus enseñanzas en mi vida queden impregnadas de un modo más profundo y amplio. Le doy las gracias por eso. Esa es la razón por la cual he decidido hacer todo mi esfuerzo por vivir para él, por crecer espiritualmente y no permitir que el mundo y las acciones de los demás me provoquen a transitar por un terreno en el cual se ausente la gracia y misericordia de Dios . Entiendo que Dios me ha dado tantas cosas, que no encuentro ninguna manera posible de agradecerle ni de corresponder con su amor y bendiciones. Todo lo que puedo hacer es intentar cumplir sus ordenanzas y mandatos, lo cual nunca ha sido una tarea sencilla para mí, ya que en la vida me acostumbré a creer que todas las cosas las hacía por mis agallas, esfuerzo, esmero  y dedicación… por mi entrega… sin saber ni ser consciente de que todo lo hacía él por mí. Sin embargo, también entiendo que él quiso que fuera así, porque hoy valoro más cada cosa que el me da. De adolescente me preguntaba: "¿Por qué habría yo de temer a Dios, si él es un Padre tan amoroso?". Invertí muchas horas, días y noches, durante años, intentando descifrar por cuál razón debía temer a Jehová. Lo que me enseñaban en la iglesia desde niño me hacía creer que Dios era un ser individual. Me tomó tiempo comprender que sencillamente, Dios es todo lo que existe, la vida es Dios, y por consiguiente, eso que la humanidad llama "temor a Jehová", es la obediencia a las leyes del Orden Divino que el Creador ha dejado establecido para nosotros sus hijos y para toda la creación… la ley de la vida. Si hacemos las cosas del modo correcto, es decir, orientamos nuestras acciones, pensamientos, palabras y tiempo de reflexión y meditación, hacia las cosas que nos aportan y nos hacen crecer, entonces, creceremos espiritualmente y la vida obrará a nuestro favor; por el contrario, si hacemos todo lo opuesto, y actuamos en desobediencia y rebeldía, entonces obtendremos perjuicios permanentes y crecientes. El temor que nos mantiene alertas para no salirnos de la raya que divide el bien y el mal… ese temor santo es el temor a Jehová. Tienes libre albedrío… decide cómo quieres vivir, pero, recuerda que tú has elegido ese camino. Dios te ama y quiere que todo te salga bien en la vida… tenlo presente.

domingo, 13 de marzo de 2016

¿Quién cumple a cabalidad la voluntad de Dios?

¿Cumple el hombre cabalmente la voluntad de Dios? Antes de responder esa pregunta miremos a nuestro alrededor y comprobemos si existe algún hombre en este planeta que haga todas las cosas que hizo Jesucristo, si alguien sabe de la existencia de ese hombre, entonces habremos encontrado a uno que cumple cabalmente la voluntad de Dios. Confieso que cada palabra, cada pensamiento y cada acción que hago contrario a lo que la palabra de Dios me enseña, es una especie de reproche que siento en mi corazón y otra ocasión en que debo pedir al Padre misericordioso que me ayude a sentirme un hijo digno de su bondad, porque anhelo fervientemente llegar a hacer las cosas tal y como Jesucristo las hizo, sin embargo, también siento que resbalo muchas veces en el camino. Gracias a Dios que no son mis propios méritos sino la salvación que tengo en Cristo lo que me mantiene vivo en su amor. Otra pregunta, muy distinta es: ¿cree el hombre que cumple la voluntad de Dios? ¡Sí, la mayoría de los creyentes cree que ellos sí cumplen la voluntad del Señor! Los escuchamos a diario, en todo momento, en cualquier lugar. Donde sea aparece un hermano o hermana proclamando que él o ella sí que hacen lo que Dios pide a sus hijos que hagan. Es que hay personas que trabajan para la obra de Dios y hacen muchas de las cosas que Dios nos ordena que hagamos, pero, si hubiera existido un hombre o mujer en la tierra capaz de cumplir cabalmente los mandatos del Creador, entonces, Jesucristo no habría tenido que morir en la cruz para redimirnos de nuestros pecados. Si un hombre hubiera podido vivir la vida inmaculada que el Salvador del mundo vivió, no habríamos tenido necesidad de ser rescatados con la sangre de Cristo, porque sólo tendríamos que preguntar a ese hombre cómo logró semejante hazaña y, al igual que ocurre con todos los inventos humanos, muy pronto mucha gente sería capaz de repetir tan digno evento… pero eso no ha ocurrido más que una sola vez en la historia de la humanidad, ese hombre se llama Jesús, el mismo que murió en la cruz por ti y por mí y el mismo que, precisamente por tener una vida libre de pecados, venció a la muerte y resucitó al tercer día. Esa es la vida que tenemos que seguir… la vida de Jesús. Una pregunta más: ¿Por qué la gente llega a creer que ellos sí cumplen la voluntad de Dios?Esa pregunta es algo más compleja que las anteriores, porque en realidad cada persona tiene una razón individualista por la cual creerse un hijo digno de Dios… tan digno como para confundirse y creer que ya ha cumplido la voluntad divina. Dos de las causas que provocan esta confusión en los creyentes son: A. La falta de conocimiento. Y me refiero especialmente al conocimiento bíblico, porque más de la mitad de los creyentes se conforma con escuchar y creer lo que el pastor o sacerdote dice los domingos en la iglesia y luego guarda la Biblia hasta el domingo que viene, si no lo hiciera así, entonces sabría que en las escrituras está establecido que ningún hombre es puro y sin manchas, porque todos pecamos (Eclesiastés 7:20) y que solamente en Cristo podemos ser justificados; B- la falta de sinceridad en los líderes religiosos. Sí, porque el creyente que va a la iglesia llega a creer que sí hay otros hombres y mujeres mejores que él o ella que sí cumplen cabalmente lo establecido en las escrituras, porque escucha al líder de su congregación predicar acerca de cómo encontrar la salvación y mantenerla, pero, no escucha a dicho líder admitir delante de todos los allí presentes que él mismo tiene que pedir orientación todos los días al Creador para poder caminar sin caer en tentación, ya sea de pensamiento, palabra obra u omisión, y aún así no lo logra todo el tiempo,. Es algo que muy pocos hacen en sus iglesias. En días pasados escuché una prédica de un pastor muy conocido que aseguraba a la membresía de su iglesia que todos ellos podían hacer cosas aún mayores que las que Cristo hizo si tienen la fe lo suficientemente grande para lograrlo. Sí, así está escrito en la Biblia (Juan 14:12), lo que él no dijo es que él mismo no ha hecho ni una sola cosa mayor que la que Cristo hizo, ¿eso qué significa? O lo que él dice no es verdad o sencillamente ni él ni ninguno de nosotros  estamos haciendo las cosas del modo correcto para que la gloria de Dios se manifieste abiertamente en nuestras vidas. La segunda opción es la respuesta correcta, pues, debemos recordar que aún acerca de los fariseos dijo el Señor a sus discípulos que hicieran lo que ellos decían y no lo que ellos hacían (Mateo 23:1-3) y que hoy en día somos testigos de cuan difícil nos resulta hacer morir nuestras vidas para que Cristo crezca en nosotros. En República Dominicana existen más de cincuenta mil líderes religiosos, pastores, sacerdotes, líderes espirituales de las distintas iglesias y denominaciones, si uno solo de ellos pudiera siquiera hacer la décima parte de lo que Cristo hizo, si uno solo de nosotros pudiera ser utilizado por Dios con una centésima parte del poder que Jesucristo manifestó mientras estaba en la tierra, todo el globo terráqueo se enteraría hoy mismo de semejante acontecimiento. Lo propio ocurre en todos los países donde se predica el cristianismo. Los cristianos debemos permitir que el amor de Cristo sea fuente de agua viva que fluya a través de nosotros para que hagamos las cosas que Jesús dijo que podemos hacer si tenemos fe en su palabra, si creemos en él y pedimos las cosas en su nombre (Juan 14:12-14). Estoy hablando de que el apóstol Pedro caminaba por los pueblos, luego de la muerte de Cristo, y la gente sacaba a los enfermos al camino sólo para que la sombra de Pedro cayera sobre ellos, porque él y los demás apóstoles sanaban a las multitudes (Hechos 5:14-16); lo que digo es que el apóstol Pablo, que ni siquiera estaba presente entre los seguidores de Cristo durante el ministerio del Salvador, sino que mas bien perseguía a los cristianos para castigarlos, hasta que el Señor lo llamó a arrepentirse y a conocerlo, luego llegó a hacer cosas tan grandes como la de revivir a aquel joven que había fallecido mientras él predicaba (Hechos 20:9-12), porque todas esas cosas pueden hacerse en el nombre de Jesús, nombre sobre todo nombre; que el Señor Jesucristo predicaba en los montes y en las orillas de mares y ríos, sin tener a disposición ningún equipo de sonido que amplificara su voz, pero, él le predicaba a miles de personas al mismo tiempo en aquellos lugares abiertos, que en esos tiempos no había internet ni radio ni televisión, y aún así la gente se enteraba de lo que Cristo enseñaba a miles y miles de kilómetros y llegaban desde las ciudades más distantes a escuchar y conocer a Jesús y hoy la gente ni se entera de lo que habló el domingo el pastor de la iglesia de la esquina. ¿Por qué ocurren las cosas de ese modo? La respuesta absoluta a esa pregunta Dios la pone a disposición de tu corazón, tenemos que hablar abiertamente con él para que nos ayude a entender lo que debemos hacer para vivir conforme a su palabra. Porque aún no hemos aprendido a orar constantemente para que la voluntad de Dios sea hecha permanentemente en nuestras vidas y en la tierra, tal y como Jesús nos enseñó a pedir al Padre celestial; porque todos creemos sabernos todas las respuestas y no nos percatamos de que no hemos analizado a profundidad todas las preguntas; porque permitimos que nuestros corazones se endurezcan con los afanes de estos tiempos y nos enfocamos en obtener las necesidades propias de cada cual en este mundo material, olvidándonos a cada instante de que primero debemos desatar las cosas en el plano espiritual; porque tenemos que dar el primer lugar al reino de  Dios en nuestras vidas de manera permanente y no sólo los domingos ni algunas veces. Cuando el hombre haya alcanzado ese peldaño de la escalera divina podrá hacer aún mayores cosas que las que Cristo hizo, mientras tanto tenemos que seguir pidiendo a Dios que nos ayude a conocer más de su palabra y poder, que nos llene de su misericordia y de su gracia para que algún día la humanidad pueda saber lo que significa que la voluntad de Dios se cumpla a cabalidad en toda la tierra.