Si dedico parte de mi tiempo a pensar en quién creerá las palabras de fe que predico, las buenas nuevas que comparto, el bienestar que deseo transmitir a través del mensaje de salvación, es posible que invierta tiempo en algo sin sentido y al final corro el riesgo de pensar erróneamente que la gente de hoy no tiene fe, que no le importa la salvación, que no tiene temor de Dios, y otras sandeces sin importancia. Me ha sido encomendada una labor y eso es todo lo que importa, debo llevar el mensaje de salvación: decirte que Jesús murió en la cruz por ti, que el amor del Padre celestial es infinito y quiere tenerte a su lado, que el Espíritu Santo es tu consuelo verdadero y sólo espera que le concedas el permiso de entrar a tu corazón… eso es todo lo que importa. No está en mí el calcular cuántos de mis amigos y allegados aceptarán este mensaje de salvación, tampoco es mi trabajo decidir si debo predicar a extraños o conocidos, mi labor es cumplir con lo que me ha sido encomendado… decirte que el Creador te ama y desea que te arrepientas de tus pecados y aceptes a su hijo Jesucristo en tu corazón como Señor y salvador para que seas salvo por toda la eternidad.
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