La comprensión finita del ser humano no alcanza a descifrar el
misterio divino de la creación, la ciencia descarta siquiera incursionar en tal
comprensión pues su método es inútil para verificar algo que sobrepasa ilimitadamente sus más altos preceptos y
enunciados. Es el amor de Dios, su bendición, su gracia y misericordia. En las
escrituras vemos ejemplos palpables de lo que sucede hoy en día con respecto a
gente que siendo testigos de la magnificencia
de Dios carece de entendimiento debido a la obnubilación de sus pensamientos.
En el capítulo 23 del libro de Números podemos leer como Balac, rey de Moab,
pidió incesantemente al adivino Balaam
que maldijera a Israel, pero este sólo pudo bendecirlo una y otra vez, incluso
muy a su propio pesar, ya que la ambición de este último habría querido
congraciarse con Balac. Así vive la gente hoy en día, queriendo maldecir lo que
Dios ha bendecido… ¡Tontos e inútiles sois! ¿Qué no son capaces de asimilar que
jamás podrán maldecir lo que Dios ha bendecido! ¿Por qué permiten que la
envidia os corroa! Esto es sencillo… el pueblo bendecido de Dios seguirá
creciendo y reflejando en su andar la infinita bendición del Creador. No porque
lo merezcan, no por haberlo ganado, esto es así porque así el Todopoderoso lo
ha decidido… nadie puede maldecir lo que
Dios ha bendecido.
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