domingo, 16 de noviembre de 2014

Las palabras que decimos.


“No jurarás ni por tu cabeza, porque no puedes hacer que un cabello sea ni blanco ni negro. Pero sea vuestro hablar, ’sí’, ’sí’, y ’no’, ’no’. Porque lo que va más allá de esto, procede del mal. (Mateo 5:36-37).

Una de las razones que hace a la gente pensar antes de aceptar a Cristo en sus corazones es el hecho de no sentirse capaz de afirmar su forma de hablar. Es casi una moda el hablar con ambigüedad, vagamente, dejando las cosas en el aire. De esa manera lo que se dice oy puede ser cambiado mañana y acompañarlo de la aclaración correspondiente. Lo vemos a diario, personas que dicen “eso no fue lo que yo quise decir, lo que yo dije fue…”, lo peor de todo es que ese tipo de personas sabe bien que nadie le está creyendo su cuento. Sí, eso es lo peor, que lo hacen de manera consciente, sabiendo lo que están haciendo. La palabra dice que ese tipo de conducta y esa forma de hablar procede del mal. Para que no nos hagamos los locos, cuando así se habla se está siendo un fiel representante del padre de la mentira. Es decir, se está trabajando para el maligno. Algo serio a tener en cuenta para todos los que decimos seguir la doctrina de Cristo.
Sea vuestro hablar sí. Siempre que usted esté seguro de que puede cumplir lo que dice es un deber afirmarlo categóricamente con un rotundo sí. De igual manera si usted sabe que no puede llevar a cabo lo que se le presenta, pues diga un no, y se acabó. Jurar, como buscando reafirmar lo que se dice, como tratando de darle más seguridad a nuestro interlocutor de la intención de cumplir lo expresado, tampoco viene de Dios sino que viene del mal. La gente ya no confía en los juramentos de todos modos, pero si usted jura por cualquier cosa está mintiendo. Miente porque usted no sabe lo que sucederá mañana o en una hora o en cuestión de minutos. Entonces usted jura a alguien que llegará a tiempo o que hará tal o cual cosa y luego ocurre un imprevisto, algo que escapa de sus manos, su juramento queda tirado por el suelo junto a la credibilidad que usted pudiera haber tenido y al final sólo dijo mentiras. Me voy más lejos. El enemigo siempre está al acecho de las acciones de quienes no trabajamos para él, está al acecho del hombre en sentido general, pero dentro de sus propósitos está el hacer que los cristianos quedemos mal ante otras personas y que nuestra palabra no inspire confianza en quien la escuche. Debemos tener sumo cuidado con lo que hablamos, principalmente con los compromisos que asumimos. Somos representantes de Cristo aquí en el plano material y por lo tanto debemos comportarnos a la altura de nuestra investidura. Si usted se acostumbra a tomar a la ligera el decir que sí o que no, sin estar seguro que puede hacer lo que está diciendo, también corre el riesgo de no saber luego identificar cuando otra persona le está hablando mentiras. Sí, porque los que hemos nacido del Espíritu tenemos la capacidad de ver la verdad y reconocerla, por eso no es fácil engañarnos. Esto es siempre y cuando cumplamos con lo que nos dice el Señor en su palabra, de lo contrario estamos trabajando en contra de nuestra misión. Sea algo pequeño o grande, no importa la circusntancia, si usted no está seguro mejor pida tiempo para pensar su respuesta pero nunca diga un sí o un no para luego tener que cambiarlo o tener que inventarse cuentos. No ponga en duda su credibilidad. Respétese a usted mismo y tome en serio todo lo que diga, muchos factores dependen de ese detalle.

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