“porque partieron por amor del Nombre, sin
tomar nada de los gentiles”. (3ª de Juan. 1:7).
Una señora le comentaba a su amiga de cómo ella y su esposo habían vendido sus pertenencias en Santo Domingo para irse a residir a una provincia en la región Este del país. Ella decía que habían abierto una iglesia en la cual su esposo se desempeñaba como pastor y comentaba que todavía no tenían mucha gente asistiendo a la iglesia y tenían muchos gastos con todo eso de la mudanza y la adquisición del nuevo local. Y luego añadió que eso sería sólo al principio pero que después tendrían muchos miembros y las cosas le irían mejor económicamente. La amiga a quien esa señora le comentaba todo aquello estaba recién casada y en aquellos días estaba reflexionando acerca de cuál sería la forma más correcta de ayudar a su esposo con los asuntos económicos del hogar. También pensaba en la manera de mantener la armonía en su nueva familia y lograr el afianzamiento matrimonial que una pareja de recién casados necesita. Ella había pensado en asistir a la iglesia como una forma de tener una actividad sana que compartir con su esposo, pero al escuchar la forma frívola en que su interlocutora hablaba sobre su nueva iglesia se preguntó si formar parte de una comunidad eclesiástica sería la mejor opción.
Algunos cristianos se sienten incómodos al escuchar relatos de esa naturaleza. Hay quienes incluso se sienten aludidos, como si estuvieran tratando de echarles en cara que el cristianismo es un negocio. Desafortunadamente existen muchas personas que se dedican a la predicación de la palabra de Dios con el propósito de tener un medio de acumular riquezas, ignorando la verdadera naturaleza de trabajar para el Altísimo. Llegan al extremo de justificar su accionar escudándose detrás del verso que dice “el obrero es digno de su salario” (Mateo 10:10; Lucas 10:7), obviando el resto de las palabras de Jesús sobre dar por gracia lo que por gracia han recibido y no acumular oro ni plata en el ejercicio de su labor para el reino de Dios (Mateo 10:5-10), y a veces creen que es natural tener una iglesia como se tiene una tienda de ropa o un negocio de comida. Las razones que provocan ese tipo de mentalidad en algunos “cristianos” son diversas. Unos lo hacen por ignorancia, otros por ambición y avaricia, por aprovecharse de la fe de otros cristianos para llevar una vida acomodada. Hay quienes creen que esa es la forma correcta de hacerlo y no hay quien se atreva a decirles que no es así. La consecuencia de todo esto es que habrá personas no cristianas que utilizarán relatos como el que expuse al inicio de este escrito para denostar la fe cristiana y querer medir a todos con la misma vara. Peor aún, hay verdaderos cristianos que prefieren hacerse de la vista gorda ante hechos tan evidentes y no se preguntan cuál será el destino de los fondos recaudados en la iglesia a la que asisten, solo por no contradecir a su pastor. Tampoco ven como algo extraño que su iglesia nunca realice una campaña externa de predicación, que todo se lleve a cabo entre las cuatro paredes del templo, que haya hermanos con tanta necesidad dentro de la misma iglesia pero no existe un fondo económico destinado a asistir a esos hermanos, a comprarle una medicina a un enfermo o quizás darle una mano a esos estudiantes que tienen que invertir tanto dinero en libros. Es más, hay iglesias que ni siquiera se enteran de las cosas que pasan entre su membresía, y no hacen diligencias de saber la razón de la ausencia en los cultos de algunos de sus hermanos en Cristo. Ven al pastor manejando un carro de lujo y vistiendo siempre elegantemente, pero no se atreven a preguntar si lo que pasa en la iglesia está bien o mal.
La tercera epístola del apóstol Juan va dirigida a Gayo, un hermano cristiano que tenía por costumbre apoyar a los obreros que trabajaban exclusivamente para la obra de Dios “sin tomar nada de los gentiles”, es decir que trabajaban sin esperar recibir nada de esas personas a quienes les predicaban el mensaje de salvación. Juan dice que es ocupación de la iglesia sostener a sus obreros, apoyar a los fieles que dedican sus vidas a la obra del Señor. No se refiere a que un pastor predicará los domingos, quizás otro día más en la semana, para vivir a expensas de los miembros de su iglesia. Nadie ha dicho que servir a Dios es vivir cómodamente gracias al fruto del trabajo de otros. Entre robar y ese estilo de vida hay una relación tan cercana que es normal que cualquiera sospeche de esa clase de pastores. Si una iglesia no realiza una labor comunitaria constante y permanente en la comunidad donde está ubicada o en cualquier otro lugar donde consideren necesario, entonces sus pastores deben conseguirse un trabajo para los días de semana y no pretender vivir de los diezmos y ofrendas. Que hay iglesias que solamente abren sus puertas los domingos y el resto de la semana las tienen cerradas. ¿Es eso una verdadera iglesia? ¡Claro que no!
Los que trabajan por amor del nombre viven dedicados tiempo completo a la predicación de las buenas nuevas y a cumplir sus deberes cristianos. Jesucristo, el buen pastor (Juan 10:11-14), no enviaba a sus apóstoles a recoger dinero para él sino que lo recaudado en la congregación era para la obra del Señor, para cubrir todos los gastos en la congregación. Los ejemplos bíblicos nos muestran a individuos que abandonaban sus hogares para trasladarse a otras regiones lejanas sin otro equipaje que no fuera el que llevaban encima. Hoy en día hay apóstoles dueños de grandes corporaciones que viven rodeados de lujos y comodidades mientras la miseria corroe a comunidades enteras dentro de la misma demarcación geográfica a la cual ellos pertenecen. ¿Hallará Cristo fe en la tierra cuando vuelva?
El apóstol Pablo se dedicaba a la fabricación de tiendas como medio de sustento al mismo tiempo que arriesgaba su vida en la predicación de la palabra (Hechos 18:2-4). El apóstol Pedro habló a los hermanos sobre designar a siete personas para que manejaran los fondos de la iglesia y así él y los demás apóstoles poder dedicarse a la propagación de las buenas nuevas mientras esos hermanos se dedicarían a suplir las carencias de los más necesitados dentro de la hermandad cristiana (Hechos 6:1-6). ¿Siguen todas las iglesias de hoy el ejemplo dejado por los apóstoles?, si fuera así el mundo sería muy distinto al que conocemos. La verdad es que un gran número de iglesias son el negocio personal del pastor y su esposa y ni siquiera los diáconos y adoradores reciben un mínimo apoyo en sus gastos, porque el pastor es el que sabe. Hazte una pregunta hermano ¿está tu iglesia cumpliendo con los verdaderos deberes cristianos?
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