miércoles, 22 de enero de 2014

Daniel. Capítulo 10.


Visión del hombre vestido de lino



10 En el tercer año de Ciro, rey de Persia, fue revelada la palabra a Daniel, cuyo nombre era Beltesasar. La palabra era verídica, y el conflicto grande. Comprendió la palabra y tuvo entendimiento de la visión:


2 En aquellos días yo, Daniel, estaba de duelo durante tres semanas. 3 No comí manjares delicados, ni carne ni vino entraron en mi boca, ni me ungí con aceite, hasta que se cumplieron tres semanas.


4 En el día 24 del mes primero, estaba yo a la orilla del gran río Tigris. 5 Entonces alcé mis ojos y miré, y he aquí un hombre vestido de lino, cuyos lomos estaban ceñidos con oro de Ufaz. 6 Su cuerpo era como crisólito, y su rostro como el aspecto del relámpago. Sus ojos eran como antorchas de fuego, y sus brazos y sus piernas como bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud.


7 Sólo yo, Daniel, vi la visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo. Sin embargo, cayó sobre ellos gran temor, y huyeron para esconderse. 8 Yo, pues, quedé solo y vi esta gran visión. No quedaron fuerzas en mí; más bien, mi vigor se convirtió en debilidad, y no retuve mi fuerza. 9 Luego oí el sonido de sus palabras; y al oír el sonido de sus palabras, caí adormecido sobre mi rostro, con mi rostro en tierra.


Revelación del conflicto celestial



10 Entonces he aquí, una mano me tocó e hizo que temblando me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos. 11 Y me dijo:


-Daniel, hombre muy amado, presta atención a las palabras que te hablaré. Ponte de pie, porque a ti he sido enviado ahora.


Mientras hablaba conmigo, me puse de pie temblando. 12 Y me dijo:


-Daniel, no temas, porque tus palabras han sido oídas desde el primer día que dedicaste tu corazón a entender y a humillarte en presencia de tu Dios. Yo he venido a causa de tus palabras. 13 El príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí que Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme; y quedé allí con los reyes de Persia. 14 He venido, pues, para hacerte entender lo que ha de acontecer a tu pueblo en los últimos días; porque la visión es aún para días.


15 Mientras hablaba conmigo tales palabras, puse mi rostro en tierra y enmudecí. 16 Pero he aquí que alguien semejante a un hijo del hombre tocó mis labios. Entonces abrí mi boca y hablé; dije a aquel que estaba delante de mí:


-Señor mío, junto con la visión me han sobrevenido dolores y no me han quedado fuerzas. 17 ¿Cómo, pues, podrá el siervo de mi señor hablar con mi señor? Porque desde ahora me faltan las fuerzas, y no me ha quedado aliento.


18 Entonces aquel que era semejante a un hombre me tocó otra vez, y me fortaleció. 19 Y me dijo:


-Hombre muy amado, no temas; la paz sea contigo. Esfuérzate y sé valiente.


Mientras hablaba conmigo, recobré el vigor y dije:


-Hable mi señor, porque me has fortalecido.


20 Y dijo:


-¿Sabes por qué he venido a ti? Pues ahora tengo que volver para combatir con el príncipe de Persia. Y cuando yo haya concluido, he aquí que viene el príncipe de Grecia. 21 Pero te voy a declarar lo que está registrado en el libro de la verdad. Ninguno hay que me apoye contra éstos, sino sólo Miguel, vuestro príncipe.


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