miércoles, 26 de marzo de 2014

Isaías 6.

Visión y vocación de Isaías 6 En el año que murió el rey Uzías, a [ a Es decir, Azarías; ver 2 Crón. 26:23; 2 Rey. 15:7] vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime; y el borde de sus vestiduras llenaba el templo. 2 Por encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. 3 El uno proclamaba al otro diciendo: -¡Santo, santo, santo es Jehovah de los Ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria! 4 Los umbrales de las puertas se estremecieron con la voz del que proclamaba, y el templo se llenó de humo. 5 Entonces dije: -¡Ay de mí, pues soy muerto! b [ b O: perdido] Porque siendo un hombre de labios impuros y habitando en medio de un pueblo de labios impuros, mis ojos han visto al Rey, a Jehovah de los Ejércitos. 6 Entonces voló hacia mí uno de los serafines trayendo en su mano, con unas tenazas, un carbón encendido tomado del altar. 7 Y tocó con él mi boca, diciendo: -He aquí que esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido quitada, y tu pecado ha sido perdonado. 8 Entonces escuché la voz del Señor, que decía: -¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros? Y yo respondí: -Heme aquí, envíame a mí. 9 Y dijo: -Vé y di a este pueblo: "Oíd bien, pero no entendáis; y mirad bien, pero no comprendáis." 10 Haz insensible el corazón de este pueblo; ensordece sus oídos y ciega sus ojos, no sea que vea con sus ojos, y oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, c [ c Según Rollos MM, muchos otros mss. y vers. antiguas; TM, y su corazón entienda] y se vuelva a mí, y yo lo sane. d [ d Según LXX; comp. Mat. 13:14; Juan 12:40; Hech. 28:26; heb., y él lo sane] 11 Yo dije: -¿Hasta cuándo, Señor? Y él respondió: -Hasta que las ciudades queden desoladas y sin habitantes, y no haya hombres en las casas, y la tierra quede devastada; 12 hasta que Jehovah haya echado lejos a los hombres y sea grande el abandono en medio de la tierra. 13 Pero aunque quede en ella la décima parte, volverá a ser consumida como la encina o el roble de los cuales, después de ser derribados, aún les queda el tronco. Su tronco es la simiente santa.

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